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Psicología de la escasez

Fecha:
20/11/2016
Ninguna estructura construida por humanos se levanta con el cuidado de un panal. Las abejas crean con cera paredes que se unen formando hexágonos perfectos a la vista. Las avispas del barro también construyen nidos. Con barro, claro. Pero no son muy refinadas. Sus construcciones son más o menos cilíndricas y recubiertas de forma errática. La diferencia entre ambas es la escasez. El barro abunda. Pero cada medio kilo de cera necesita que las abejas engullan 3,5 kilos de miel. Las avispas pueden permitirse construir con holgura, las celdas de las abejas son como maletas apretadas al máximo para no desperdiciar material. Una metáfora muy gráfica de los temas que trata Escasez, un fascinante libro bendecido por el Nobel Daniel Kahneman que cambia algunas ideas sobre la pobreza pero también sobre por qué tomamos préstamos que al final no podremos pagar, por qué manejamos mal nuestro tiempo de modo que estamos siempre sobrepasados por nuestros compromisos laborales, por qué las dietas suelen fallar o por qué los solitarios siguen solos aunque se esfuercen por no estarlo.

Sendhil Mullainathan, profesor de Economía en Harvard, y Eldar Shafir, profesor de Psicología en Princeton, muestran cómo la lucha que provoca contar con recursos insuficientes –ya sea carecer de dinero, tiempo o compañía– hace que nos concentremos obteniendo algunos buenos resultados, sí, pero, sobre todo, malos: la escasez no es sólo una limitación física sino un estado mental. La escasez captura la mente, que se enfoca automática y poderosamente hacia las necesidades insatisfechas. Cambia la forma de pensar. La mente se concentra, pero no podemos elegir cuándo pensamos en un proyecto pendiente o en una deuda cuando ayudamos a los hijos en sus deberes. La escasez enfoca, pero provoca una visión de túnel que estrecha el campo visual, quedando ciegos a lo periférico. Lo urgente hace no ya que descuidemos, sino que ni aparezca en nuestros pensamientos lo importante. Provoca descuido. Y no sólo a personas. Una empresa recorta en época de austeridad en marketing,
un Estado diezma la investigación...

En definitiva, señalan los autores, la mentalidad de escasez nos quita ancho de banda, como si nuestro cerebro fuera un ordenador con muchos programas funcionando en segundo plano. Disminuye nuestra inteligencia fluida, clave para procesar información y tomar decisiones, y disminuye el control ejecutivo, que influye en cómo somos de impulsivos. Y reduce la perspicacia. Y los pensamientos innovadores. Nos cambia de modo profundo. Ser pobre, ejemplifican, reduce la capacidad cognitiva de una persona en mayor medida que pasar toda una noche sin dormir. 

Claro, reconocen, que la cultura, las fuerzas económicas y la personalidad importan, pero la escasez tiene su propia lógica y eso, señalan, ha de generar nuevas maneras de mirarla y abordarla en las empresas, la vida diaria y la lucha contra la pobreza. Y en cómo abordar los momentos en los que experimentamos holgura, abundancia, como antes de la crisis del 2008.

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Acerca del autor:
Justo Barranco
La Vanguardia

Acerca del libro:
Escasez
Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir