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El dragón blanco y otros personajes olvidados

Fecha:
06/10/2017

El viernes 29 de septiembre tuve el placer de presentar, junto a Arianna Squilloni, el libro de Adolfo Córdova, ilustrado por Riki Blanco, El dragón blanco y otros personajes olvidados, editado por FCE y galardonado con el premio Bellas Artes del cuento infantil Juan de la Cabada Vera, 2015. Nos juntamos en la librería Abracadabra de Barcelona y estuvimos hablando de los procesos de creación de Riki y de Adolfo y de las casualidades que los llevaron a converger o que desembocaron, por ejemplo, en esa maravillosa cubierta oscura, oscura, oscurísima en la que los personajes de los relatos se aparecen (y desaparecen) entre las ramas de un árbol cargado de importancia (tanto en el libro como en la obra en general de Adolfo), dando más potencia al desdibujamiento de esos personajes de los que se apropia Adolfo para construir sus relatos.

El que sigue es el texto que preparé para la presentación y que me gustaría compartir hoy, aprovechando que El dragón blanco ha quedado incluído en el Catálogo The White Ravens 2017, del que dicen: su núcleo es "el poder de la imaginación y la libertad ilimitada de la narración". En él sólo hablo de los textos... Arianna se centró en comentar las enigmáticas ilustraciones y algunos de los personajes secundarios de estas nuevas historias.


Marina Colasanti en una de sus conferencias en las que hablaba sobre Peter Pan, Alicia y Pinocho, escribía que “las lecturas no existen de un modo aislado, sino que viajan en nosotros en un gran concierto de ecos, donde las voces de tantos autores y tantos libros se entrelazan y se reflejan”. He querido empezar por esta frase de Colasanti porque El dragón blanco y otros personajes olvidados parece ser fruto de ese entrelazamiento, de ese tipo de interconexiones e interferencias que todo lector lleva a cabo cuando lee y que Adolfo ha querido convertir en uno de los temas de este libro de relatos ilustrado que estamos presentando hoy aquí. Porque, si algo es El dragón blanco es un mundo habitado por otros mundos, por historias que parten y conducen hacia otras historias, por voces que se abren a otras voces y que crean redes entre ellas, transportando continuamente al lector desde los senderos de paisajes conocidos hasta espacios tan perdidos que habían permanecido secretos hasta ahora... 


Unos recovecos en los que habitan esos secundarios de algunos de los clásicos de la literatura infantil y que no estan tan alejados como en un principio podría parecer. Un pequeño universo en el que el lector siente la emoción y el placer del reconocimiento aunque en realidad esté habitado por personajes con los que tan sólo se había cruzado de pasada, a través de las pocas palabras o páginas que Barrie, Collodi, Baum, Carroll, Andersen y Ende les habían dedicado.


Y el reconocimiento se da porque El dragón blanco es un ejercicio de estilo en el que Adolfo ejercita y muestra sus dotes narrativas y su capacidad para jugar con la tradición, emparándose de ella, tanto en el estilo como en los temas (parece que no hayamos salido nunca de Fantasía, de Oz o de los tiempos remotos y boscosos de Andersen), pero abriéndose hacia lo desconocido, con originalidad.


Pero volvamos a esas palabras que los autores clásicos le habían dedicado a los secundarios... Esas palabras, o más bien los espacios vacantes que ellas instalan en los textos originales, son los quicios e intersticios que ha utilizado Adolfo para entrometerse en las historias e imaginar otras nuevas. Y tal y como la grieta que conduce a Oz, el agujero que se abre hacia el País de Maravillas, el sótano que facilita el paso a Fantasía o la ventana abierta que posibilita el viaje hacia Nunca Jamás, Adolfo, cual criptoespaciólogo, ha encontrado esos terrains vagues de los textos originales, suficientemente ambiguos, imprecisos e indefinidos, como para acoger las andanzas de todo tipo de naúfragos que pueden, de repente, convertirse en protagonistas de sus propias historias (aunque como dice Adolfo nunca dejen de perder su esencia de secundarios). Y es que como decía Bachelard: Hay que dejar siempre abierto un ensueño de otra parte. Y esos fragmentos son puertas abiertas hacia otros ensueños...


Adolfo elabora con ellos una especie de poética de lo fragmentario y también una especie de poética de lo escondido y de lo secreto. Esos fragmentos se aparecen como cofres que al abrirlos muestran un tesoro, ese instante de la elección, ese lugar literario por excelencia que es el principio (como diría Calvino) y me llevan a pensar que como Curly Heuvelmans, Adolfo también conserva esa atracción infantil por las esquinas, los descampados, los escondites, los encuentros fortuitos, la dislocación de las funciones y, en definitiva, por los buenos relatos.


El dragón blanco es pues un homenaje a todos esos personajes, autores e historias, pero también lo es al espíritu infantil que subyace en todas ellas, recordándonos que en los lugares más insospechados puede ocurrir (como siempre ocurre) cualquier cosa. Y es también un elogio a la fantasía y a las formas de narrar de los cuentos populares. Y si los más pequeños no encuentran todavía en él a esos medios conocidos en medio de un universo muy reconocible, puede que El dragón blanco se convierta para ellos en ese quicio por el que penetrar a los relatos originales. Y ya sabemos a dónde conducen las grietas...


La presentación terminó con la lectura de algunos comentarios escritos por algunos niños de 10 y 11 años de la escuela Jacint Verdaguer de la Granada, que su maestro Albert les animó a escribir después de haberles leído algunos de los relatos en voz alta en clase. Quiero agradecerles de nuevo que dijesen sí rápidamente a mi llamada y que se tomaran tan en serio el trabajo de comentar las historias. Adolfo casi murió de amor. ¡En breve cuelgo los comentarios de Adolfo a las preguntas de los niños y niñas!

Fuente:
https://lacoleccionista-libroalbum.blogspot.com.es/2017/10/el-dragon-blanco-y-otros-personajes.html


Acerca del autor:
Anna Juan Cantavella
La coleccionista

Acerca del libro:
El dragón blanco
Adolfo Córdova y Riki Blanco