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Tres entradas a la ciudad: Instantáneas del día a día

Fecha:
23/07/2019
Desplegando sensibilidad artística y humana, Cristina Puerta, editora colombiana y francesa, nos invita a leer la ciudad y a reflexionar sobre ese organismo de pulso desenfrenado de las grandes urbes y las vidas agitadas de sus gentes; sobre las contradicciones de un ámbito que es de acogida unas veces y otras de rechazo, de convivencia y de conflicto, de indiferencia, a veces de exclusión. Con este fin, nos pide que crucemos con ella el umbral de tres grandes libros-álbum de tres autores de reconocido prestigio. Peter Sis, Uri Shulevitz y Beatrice Alemagna nos presentan tres personajes en busca de un lugar en el mundo. Como cualquiera de nosotros.

A día de hoy, 55% de la población mundial vive en zonas urbanas, y quienes calculan ese tipo de datos predicen que seremos 61% en 2030. Así pues, la ciudad grande o chica es el escenario natural en el que nacen y crecen muchos de nuestros pequeños. No será el único, si tienen la suerte de escapar de vez en cuando a la playa o al campo a respirar otro aire. Pero ahora que a sus cuatro o cinco años comienzan a explorar la ciudad con padres y maestros, que se aventuran por primera vez al teatro o al museo, y que gozan, como quizás no volverán a hacerlo, observándolo todo desde el palco inmejorable del cristal del autobús, es el momento para empezar a explorar también con las plabaras ese medio ambiente que es el suyo.
Para situarlos y situarnos como mediadores en esta conversación, proponemos entrar a la ciudad por la puerta de tres grandes libros-álbum. Aunque la ciudad es telón de fondo en muchos libros de este género, estos tres álbumes nos invitan a reflexionar sobre la ciudad como nuestro lugar en el mundo internándonos en su selva de contradicciones.
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Instantáneas del día a día
El escritor e ilustrador polaco Uri Shulevitz publicó en 1967 el segundo libro-álbum por el que proponemos entrar a la ciudad: Un lunes por la mañana (reedición del FCE, 2007), Shulevitz retoma en él una canción popular francesa del siglo XIX que se sirve de la repetición para enseñar a los niños los días de la semana. “Un lunes por la mañana, el rey, la reina y el principito…”, y así sigue la canción, con el rey regresando día tras día. Shulevitz debió preguntarse: ¿Y en dónde andaba el niño que nunca estaba en casa cuando el rey venía a visitarlo?

Como la canción no ofrece pista alguna, el autor se coló por esta grieta, sugiriendo respuestas desde las ilustraciones. Pues, en este libro, el niño ha estado nada menos que viviendo su vida cotidiana en la ciudad. Es así que, mientras vemos timbrar en su casa cada mañana a aquella corte y subir pesadamente carnes y ricos trajes por las escaleras del edificio sin encanto, el chico aparece en paralelo en los lugares más banales de su ciudad. Está en el metro, en la lavandería, regresa por la calle con las compras, estudia con detenimiento un objeto expuesto en la vidriera de la juguetería, busca diversión en la calle.

El libro no sólo toma provecho del espíritu subversivo de la canción al hacer que sea el rey quien se desplace a visitar a un chico, que adivinamos común, y que tenga además la amabilidad de volver a probar suerte cada mañana. En un solo golpe, Shulevitz añade un efecto cómico (“¿Han venido a visitarte el rey, su reina, el príncipe, y tú estabas en la lavandería?”) y, a la vez, retrata en instantáneas la vida habitual de un chico cualquiera en una ciudad como todas.
Empezamos esta historia observando junto a un niño una ciudad gris bajo la lluvia. Pero, a diferencia de Madlenka, estamos situados detrás de la ventana y contemplamos en una secuancia cinematográfica de planos crecientes las texturas turbias de los edificios que han colonizado todo el espacio visible, ornado aquí y allá con algo de basura. Ese gris cotidiano que conocemos bien los habitantes de la urbe es un estado de ánimo, y es el del niño personaje. Es sólo con la entrada del rey y su corte que surge y va extendiéndose el color a lo largo de las páginas. No obstante, comprenderemos al final que no ha parado de llover y que el chico sólo ha saludo de casa con su imaginación, que es, en último término, la que ha dado color a la gris realidad de la ciudad.

Aquí surgen varias preguntas: ¿Viven los lectores la ciudad como un desierto gris o es, a pesar de todo, su patio de juegos entrañable? ¿No evoca este libro justamente la frustración de un chico que no puede salir a jugar a ese mundo de cemento que es capaz de transformar? ¿Pueden verse así mismo los lectores en el ir y venir cotidiano de aquel niño corriente? El rostro neutro de aquel chico, que sólo aparece completo en una única imagen, es quizá el gesto del autor para invitarnos a estudiar la ciudad con nuestro propio rostro.
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Acerca del autor:
Cristina Puerta Duviau
Revista Peonza

Acerca del libro:
Un lunes por la mañana
Uri Shulevitz