Fecha:
19/06/2010
Cuando se tiene una obra que reúne poemas de José Emilio Pacheco (JEP), no se tiene la certeza de por dónde podemos comenzar.

Y es que ante el Elogio de la fugacidad, antología poética 1958-2009, hay una tensión obligada del comienzo, porque como dice el poeta acerca del mar "empieza en donde lo hallas por vez primera/ y te sale al encuentro por todas partes"; digamos que todo inicio es tensión, pero también es palabra, verbo, encuentro.

JEP se refugia en la palabra viva, en perspectiva de geografías, cuadros, lugares inhóspitos, arquitecturas, amores, mares... y todo cuanto se recrea en la vista, con objetos siempre a detalle de un viaje que abarca, en esta antología, 51 años y contando.

Desde el inicio, en el prólogo de Minerva Margarita Villarreal, ya nos detenemos en los pormenores de una voz, en la "alta tensión" de una obra que se respira, que es aire, así nos dice la poetisa: "Se trata de un vuelo directo, que despliega lances y piruetas bajo un dominio pleno del lenguaje". No es el hablador habitual que nos acostumbró el siglo pasado de nuestras letras mexicanas: Octavio Paz, Sabines, Renato Leduc; es la mesura, vaya, el poeta que busca decir lo mínimo en máximas, no esas que hoy se venden por separado en librerías, porque si algo tiene la obra de JEP es que se debe leer en su totalidad, como se sugeriría siempre y cuando se tenga la redención fundamental de la palabra.

En este libro de JEP están configurados los pasos subsecuentes de una figura colmada de premios bien merecidos, pero también el de los lectores, de títulos tales como Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, La arena errante, La edad de las tinieblas, que son parte de la demora del tiempo, donde incluso podemos permanecer quietos ante tanta fugacidad.

Me quedo en definitiva con este JEP, el poeta, el que nos avisa y da una clase de semántica (estudio del uso de las palabras) a partir de los feroces y expresivos efectos del amor:

En algún momento,
entre mis diecinueve y mis veinticuatro,
"hacer el amor"
llenó el lugar que ocupaban
obscenidades, vocablos técnicos
o impregnados de incienso y confesionario.

Nuestros mejores años para "hacer el amor"
se disiparon en la frustración.
-por engaño y por culpa de la semántica.

Acerca del autor:
Israel Morales
Milenio

Acerca del libro:
Elogio de la fugacidad
José Emilio Pacheco / Minerva Margarita Villarreal