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Madrid / Emotivo homenaje y presentación del libro del poeta peruano Walter Curonisy

Fecha:
14/02/2014
"Paul, si vas para Trujillo, tienes que visitar Huanchaco, y si puedes hazle una entrevista al poeta Walter Curonisy" me repetía por enésima vez, cada vez que regresaba a Lima y coincidíamos, Jorge Pimentel, amigo, gran poeta y periodista peruano con quien coincidí -cuando yo empezaba en el mundo del periodismo- a mediados de los años ochenta en la redacción del semanario Visión Peruana, dirigida en ese entonces por el más importante periodista que ha dado el Perú: César Hildebrandt.

Pasaron un par de décadas hasta que me animé a ir a Trujillo, tras un breve paso por Santiago de Chuco tierra del poeta universal, César Vallejo.

En Huanchaco, pregunté por Walter Curosnisy, pero ya no vivía allí. Se había mudado a Marrakech, ciudad en la cual falleció el año 2012.

Hace un par de semanas, por una convocatoria de la Casa América de Madrid, me enteré de la presentación de un libro de Walter Curonisy, previo conversatorio sobre su figura literaria. En ese instante vienen a mí las palabras de Jorge Pimentel sobre él, palabras que me describen siempre a un personaje importante que hay que conocer. Y así debería ser.

Es así que decido ir a conocer el legado literario de un personaje del que había escuchado hablar pero del que no conocía nada.

Y allí estaban, en la Sala Cervantes de la Casa América, su viuda (también poeta) Elvira Roca Rey, (Perú), Yulino Dávila, (Perú), poeta y artista plástico; Jesús Aguado, (España) poeta y traductor y Carlos Barrios Páucar, (Perú), Primer Secretario de la Embajada del Perú en España quien moderó el conversatorio.

En un pasaje del conversatorio Elvira Rica Rey, leyó unos extractos de poemas que le dedicara en vida su esposo. Después del conversatorio me regaló un libro suyo, El último del fin, y descubro que ella es también una gran poeta.

Yulino Dávila, es quien se encargó de rememorar pasajes de la vida de Curonisy, correlatos que describen al poeta, su gran talla personal y la humanidad de un personaje del cual el mundo de la literatura no pudo disfrutar de su talento por espacio de décadas y décadas debido a la negativa del poeta de publicar libro alguno.

Sin lugar a dudas, el pasado martes 11 de febrero, descubrí quién realmente fue Curonisy. Me hubiera encantado conocerle en vida. Sólo nos queda su gran legado, Rehenes del tiempo, presentado esa noche.

A continuación las palabras de Yulino Dávila sobre su amigo Walter Curonisy.

LA MAGIA DE WALTER CURONISY

Por fortuna, he tenido la ocasión de vivir experiencias muy singulares, y esto ha sido posible gracias a que me ha tocado estar rodeado de personas especialmente singulares; personas con rasgos ferozmente bien definidas por el halo de la acrobacia del saber resistir, eso que se denomina: el vivir en libertad. Locos funámbulos de la vida; marcados por los broches de la poesía, embriagados por los latidos de la realidad en los bordes del abismo. Cruda realidad vivida hasta los extremos. Nos columpiábamos alrededor de las grandes caídas, defendiéndonos con la carcajada birlada de los limbos del sueño y del paroxismo. ¡Pero libres!

Walter Curonisy era uno de estos amigos. Gran personaje y mejor persona... y con diferencia. Todo el tiempo que me ha tocado compartir con él, aparte de disfrutar de exquisitas conversaciones y de un variado intercambio de información, transcurría de una forma especial. Tuve que acostumbrarme a vivir la singularidad como si fuera una cosa natural. Ver que los rictus más insólitos sucedían, como si fuera la espiral de una hoja seca en el otoño. Como si un ensueño cocido a la manga de lo cotidiano, fuera unos ¡buenos días! Las cosas más extrañas e inverosímiles, con Walter se transformaban en casi una rutina, y por supuesto que no lo era.

En Sevilla, en pleno verano, una mañana caminábamos conversando, de pronto mirando un escaparate, me percato de que empieza a nevar, pero él seguía su discurso como si no pasara nada, a lo mucho se incomodaba por no poder seguir hablando con naturalidad por los gestos que tenía que hacer para retirarse la nieve del cabello. Seguimos caminando pero, sin percatarnos que sin querer, nos habíamos filtrado en el rodaje de un spot publicitario, a pesar que un regidor nos hacía señas para que nos retirásemos. Yo un poco absorto por lo que estaba pasando pero, él seguía hablando mientras marchábamos a nuestro ritmo, hasta que de pronto exclamó: ¡Por esta calle se puede conversar mejor! y así salimos de la nieve y entramos al sol. Después nos compramos un helado. Yo le dije: este helado se llama "Nieve de verano", y el sólo dijo: "¡Así!" y luego se quedó en silencio mirando la falsa nieve en su ropa.

Recuerdo que una vez, un grupo de poetas participamos en un Homenaje a Garcilaso de la Vega (El Inca). Se hacía en la ciudad de Montilla (Córdoba). Participaban algunos poetas españoles y, además nos encontrábamos: Elvira Roca Rey, Walter Curonisy Ricardo Oré y yo, como representantes de la delegación peruana. Por ese entonces, Ricardo Oré ejercía como cónsul del Perú en España (o algo parecido) y yo era un ilegal que me las había ingeniado para seguir viviendo en España, de forma clandestina, pero dignamente decente en el anonimato. Casi un poco como ahora. Cuando llegó la hora de intervenir en el recital, me presenté leyendo unas frases, que dije que eran de un poeta caribeño. Las cámaras de TV de la ciudad para el circuito de Andalucía, estaban atentas, así como los fotógrafos ¡Flash! ¡Flash! ¡Flash! y ¡Flash! , entonces dije...

Me tienen en vigilancia no quieren dejarme entrar,
dicen que soy ilegal, y las puertas me quieren cerrar,
¡pero que va!, siempre me les se colar.

Me vigilan por allí, y yo entro por allá.
Me velan por aquí... me le cuelo por allá.
Yo soy Perico Pin Pin, y me apellido es Pin Pan.

Después, pasado el acto, Walter me preguntó, "¡Quién es ese poeta caribeño! Entonces yo le comenté que no se trataba de ningún poeta caribeño... por lo menos de ningún reconocido poeta.

- Es la letra de una canción de ¡Salsa!... del compositor Raúl Marrero y la interpreta Tomy Olivencia -le dije. Y se la empecé a cantar... (Canción)

A lo cual él agregó con voz tonante: - ¡Hay que inundar de Salsa a la ciudad!... ¡Al país entero!... ¡Qué no nos vigilen!... ¡Qué no nos vigilen!

Así era Walter, incombustible frente a la transgresión. Siempre estaba en la búsqueda del brillo ontológico para juzgar la realidad; pero esto no le impedía ser un gran trasgresor de las normas caducas. El más iconoclasta de su generación. Siempre haciendo equilibrio en la frontera de lo marginal, en todos los sentidos. Y cuando salimos a la calle, en voz alta empezó a cantar... "Me tienen en vigilancia... no quieren dejarme entrar..." dando unos pasitos de baile. Y la gente que andaba por allí, le aplaudía, y le decían "¡Entre!... ¡Entre!..." y él les respondía: "¡Entrará la luz!... ¡Entrará la luz... con la magia de la poesía!" Y seguía bailando y cantando... y de esta forma desaparecimos en la noche de Montilla.

En otra ocasión, salimos a pasear por Madrid. Cuando decidimos ir a ver una muestra de un pintor surrealista, le sugerí tomar el Metro. Cuando llegó el convoy, justo antes de subir, Walter me detuvo y me dijo "dejemos pasar este, el próximo te traerá suerte". Y yo asentí, pues teníamos tiempo suficiente. Cuando llegó el siguiente metro, subimos a un vagón que estaba vacío, y al ir hacia los asientos para acomodarnos y sentarnos, veo que en uno de los asientos había una billetera, y cuando la abro, resultó que no había ninguna identificación, pero sí algo de dinero, no mucho, pero suficiente como para pasar una buena juerga, cena incluida, y así lo hicimos. "¡El Arte también tiene que darnos otro tipo de satisfacción!" dijo sonriendo. Cuando Walter tenía un pálpito de esos, siempre algo raro sucedía, pero él se lo tomaba como cosa natural y corriente.

Con Walter Curonisy conversábamos de casi todos los temas, pero siempre nos resbalábamos por el lado de la poética de la vida y de la palabra escrita. Intercambiábamos anécdotas y las matizábamos con pasajes de textos de autores que nos gustaban. Hablábamos del Perú, de España y de otros países, de la situación política y cultural, para luego volver a nuestro tema recurrente y preferido: la poesía.

Entre tantas conversas y libaciones, un día me comenta:
- Yulino, creo que Elvira teme que me corrompas.
- ¡Pero Walter! -exclamé yo.- ¡Eso no puede ser!... ¡No hay nada que yo pueda corromper en ti! -Dije esto pensando lo que pensaba y pienso hasta el día de hoy. Walter era un espíritu incorruptible. Un exterminador de mentiras, algo así como un azote crítico de los causantes de injusticia. A él le dolían, de manera especial, las desigualdades y, también la ceguera de los que detentan el poder para poder remediar esas desigualdades. Le hervía el hígado la impunidad de los abusos y los errores cometidos por los gobiernos y los hombres... y sin embargo nadie como él sabía multiplicar y beber del goce de las pequeñas cosas bellas que la vida le brindaba. En un simple detalle estético (a veces desapercibido para el resto) encontraba una presencia de algo divino. Se deslizaba a sus anchas por entre las clavículas de Nietzsche y las esponjas del Tao Te King. Walter existía como si estuviera poseído por un ángel, con las alas chamuscadas.

- Yo no sé ni cómo corromperme a mí mismo ¿Y voy a corromperte a ti? ¡Por favor! -Le dije. Su risa estentórea empezó a llenar el espacio. Siempre cuando algo era de su agrado, lo demostraba con franqueza espontánea, campechano, sin remilgos ni ataduras.

- ¡No te lo tomes tan en serio Yulino! (me dijo con voz profunda). ¡Tú todo te lo tomas en serio... eso que te dije era sólo una broma! -Entonces nos abrazamos... y alcancé a tocar sus alas chamuscadas. Sin embargo logramos volar; y volando conseguimos llegar a un buen establecimiento, y nos regalamos para el resto de la noche con ambrosía y néctar... reserva de 12 años.

En otra ocasión, en una visita que me hizo Walter a Barcelona, salimos a cenar y tomar unas copas, al final terminamos en un local de música del Caribe "¡Salsa!" exclamó Walter. Cuando ya estábamos dentro del local pedimos algo para beber, y pasado un rato de conversación, me apetecía bailar y así lo hice. Cuando terminó la pieza de baile y regresé junto a él, Walter me dijo "ya te lo decía, eres un brujo, un mago, tienes cautivadas a las chicas". Yo le contesté que se dejara de bromas, que el mago era él... pero él insistía, entonces para cerrar el tema yo le dije "mago sería si aquella camarera tan guapa (a la que mirábamos con cierta insistencia) viniera y nos invitara un par de Whiskys". Seguimos conversando, y al cabo de no mucho rato, aquella camarera tan guapa se acerca y nos pone sobre la mesa 2 Whiskys y hielo aparte. Yo me quedé sorprendido, pero él no tanto. Inmediatamente pensé que Walter se las había ingeniado para pedir por señas, pues no se había alejado de mí en todos esos momentos. Al final cuando decidimos marcharnos y nos acercamos hacia la camarera para despedirnos y pagar la cuenta, ella nos dijo que no nos preocupáramos, que todo era una invitación. Terminé por sorprenderme más. Una vez en la calle le dije "Walter, gracias por la invitación", y él me contestó que de nada, pero que en todo caso, él no había invitado nada de nada. Claro, yo no le creí. Como era de suponer, cuando Walter dejó la ciudad de Barcelona al cabo de unos días, yo regresé al lugar de música Caribeña, conocí a aquella camarera (que era una estudiante de filología), y empezamos a salir y al cabo de un tiempo terminamos viviendo juntos, tuvimos una niña etc... Después ella regresó a su país (pero... esto ya es otra historia), al final... nunca me comentó nada sobre el incidente de los Whiskys... y como era de esperar, Walter tampoco me aclaró nada sobre la invitación aquella, sólo alcanzó a decirme con cierta sorna: "¡eres un brujo!" Pero el brujo y mago siempre fue él.

Está clase de cosas eran las que me pasaban en compañía de Walter Curonisy. ¡Pura magia!... ¡Pura poesía! ¡Gran poeta!

Al abrigo de Walter Curonisy. Colofón

Conocí a Walter Curonisy en el año de 1976, una tarde-noche en una casa de la C/ Torres Paz (hoy casi de mención legendaria). Esta casa liderada por los entonces jóvenes cineastas del grupo Liberación sin rodeos, Carlos Ferrand y Raúl Gallegos, en la que también vivían: los poetas Oscar Málaga y Tulio Mora, y dónde además temporalmente residían los músicos Lolo Reyes y Oswaldo Marquina, del grupo Cuestarriba. Es decir, era una casa en la que siempre pasaban cosas, además de películas para los niños del barrio. Casa abierta para las celebraciones y que acontecían casi a diario, pues siempre se encontraba algún pretexto. Si no eran los cineastas, eran los músicos y si no eran los poetas y muchas veces todos juntos. Un día como otro en una habitación conversaban Oscar Málaga y Walter Curonisy a la cual fui invitado a participar alrededor de una botella de pisco. Se habló mucho de poesía y de viajes, de las culturas diferentes que Walter había conocido, pues él junto con Elvira acababan de regresar de Europa. Al momento de despedirnos, cuando Walter ya se retiraba, me dijo "¡Toma esto Yulino, para que te abrigues!" Y me puso alrededor del cuello una bufanda de lana. Era de una marca de una casa conocida de España. Fue como un hecho premonitorio, ya que al empezar el año 1977 yo estaba viajando a Madrid... y con esa bufanda... que aun la conservo. Han pasado un puñado de años y en septiembre del 2013 viajo a Marrakesh (Marruecos) para visitar a Elvira y juntos ir a visitar la tumba de Walter. Al regresar, ya en casa de Elvira, ella me sorprende con un obsequio diciéndome "Walter quería que tú heredaras este abrigo"; y pone en mis manos un precioso abrigo negro, que yo recibí emocionado y encantado. Una vez de regreso a Barcelona y antes de llevarlo a la tintorería, descubro bien refundido que en uno de sus bolsillos un trozo de papel doblado y arrugado y en los que había unas frases que resultaron ser unos magníficos poemas, que ahora se pueden disfrutar en su libro Rehenes del tiempo. Así pues entre la bufanda y el abrigo, Walter me acompaña resguardándome del frío de la vida.

Estos son aquellos poemas:

De las cenizas hacer vida
es lo que aspiro
en vez de hacer como el tiempo
que de la vida hace cenizas.
Saber partir es un arte
sin despedida
sin dañar la mirada
de quien nos ama
hacerse ausente del lecho
salir al vacío
con la mesura del aire
al escapar de un encierro.
Ni luz ni sombra
es la palabra
su razón es muda
sale de un pozo
el que la nombra.

Walter Curonisy hizo de su vida un poema.

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Acerca del autor:
Paul Monzón
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Acerca del libro:
Rehenes del tiempo
Walter Curonisy