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Leonora Carrington, el viaje como huida

Fecha:
16/04/2021
Cualquier lista de los precursores o impulsores del surrealismo citará a Tzara, Breton, Apollinaire, Aragon, Buñuel, Picasso, Dalí, Éluard, Ernst, Tanguy, Miró… Ni una mujer, claro, como si ellas solo pudieran ser madres de, hijas de, amantes de... O musas de. Agnósticos del feminismo, preparaos: santa Leonora Carrington os visitará levitando para gritar, como el capitán Ahab de Josep Maria Pou: “Yo soy la locura enloquecida”.
Pintora, dibujante, escultora, escritora, viajera y rebelde, Leonora Carrington (1917-2011), inglesa de nacimiento y mexicana por adopción y convicción, es una figura clave del surrealismo y de la cultura. Su figura se revaloriza a pasos agigantados. Dejad de leer y visitad su casa. Podéis hacerlo virtualmente aquí. En esta casona de la calle Chihuahua, 194, en la colonia Roma del cineasta Alfonso Cuarón, vivió 60 años.
Vivió allí más de seis décadas, sí, pero su espíritu nunca estuvo anclado a nada ni a nadie. Su existencia fue una fuga continua. Huyó de los padres, de los tópicos, de las reglas sin sentido y de los corsés sociales. Quizá ese sea el mayor éxito de Leonora Carrington, que también cultivó la dramaturgia y la poesía. Fue un alma libérrima. Vagó por mundos fantásticos y conoció criaturas maravillosas, que plasmó en sus creaciones.
Una muestra inmejorable de sus expediciones a lo desconocido son sus Cuentos completos, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Resulta un guiño poético que la mejor antología de sus textos sea precisamente de esta editorial, con una leyenda tan apócrifa como bella. Son muchos quienes creen aún hoy erróneamente que FCE significaba Fondo de Cultura Ecuménica y que un corrector lo cambió porque creyó que era una errata.
Sus hipnóticos cuadros y esculturas pueden visitarse en el MoMa de Nueva York, la Tate Gallery en Londres, la colección Guggenheim de Venecia o el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Muchos devotos de la artista, sin embargo, confiesan su debilidad por el Museo Leonora Carrington del Centro de las Artes de San Luis Potosí, en el municipio mexicano de Xilitla. En este enlace descubriréis por qué.
Leonora Carrington nació en el seno de una acaudalada familia textil de Lancashire, en Inglaterra. Ella (la segunda de los hijos del matrimonio) y sus tres hermanos vivieron en una mansión que tenía un bosque y caballerizas, además de un ejército de sirvientes, niñeras e institutrices. De niña ya dio muestras de que era un ser fuera de lo común. Estaba preparada para el mundo, pero el mundo aún no estaba preparado para ella…
Acabado el tiempo de las institutrices, sus padres la enviaron a un colegio religioso para señoritas, el internado Holy Sepulcre, en Essex. Allí decidió que sería santa y que levitaría para proclamar cosas como: “Amaos los unos a los otros”. La expulsaron, por supuesto. Comenzó entonces un peregrinaje por internados católicos. En todos duró muy poco. No había muros capaces de contener la creatividad de aquella niña indómita.
A las monjas también les inquietaba que pudiera escribir con las dos manos, a la vez y en sentido inverso, como en un espejo. El cronista solo ha conocido a una persona con tal portentosa habilidad, Glòria Calders, y da fe de la sorpresa que causa. Esta maravillosa profesora de instituto, nacida en el México que tan generoso fue con el exilio republicano, es hija de Pere Calders, el autor de Aquí descansa Nevares (Edicions 62).
Al final, Leonora se salió con la suya y viajó para estudiar arte. Con 19 años se fugó a París con el pintor alemán Max Ernst, ya casado y 26 años mayor. De aquella época es una archifamosa imagen de 1938 de la fotógrafa estadounidense Lee Miller. Se les ve muy enamorados. Aunque él le sujeta los pechos desnudos, el poder emana de ella, que cierra los ojos y sostiene un cigarrillo (fue una fumadora irredenta).
En París, conoció y trató a muchos de los surrealistas del primer párrafo, que se sintieron subyugados por su talento y personalidad desbordante. No quiso ser la cereza del pastel, sino una más, primus inter pares. No sabemos si lo logró, pero sí que su felicidad también duró poco. Su descenso a los infiernos estaba a punto de comenzar. En la Francia ocupada, un antibelicista como su amante no podía encajar bien.
Max Ernst, que se acabaría nacionalizando francés, era un pacifista convencido y un veterano de la Segunda Guerra Mundial. Su detención y traslado a un campo de trabajo fue un golpe devastador para Leonora. Asustada, huyó a España con la esperanza de serle de más ayuda desde allí. Pero en cuanto cruzó la frontera cayó bajo las redes de su poderosa familia, que la internó a la fuerza en un manicomio de Santander.
“Mejor loca que golfa”, pensó el padre. En 1941, logró salir del psiquiátrico y viajar a Lisboa, vigilada por una protectora, como si fuera un ser indefenso. En realidad aquella acompañante era una vigilante contratada por la familia, que planeaba ingresarla en otro sanatorio mental, esta vez de Portugal. En la capital portuguesa, Leonora dio esquinazo a su indeseada cicerone y buscó ayuda en la embajada de México.
México la llevaba esperando desde que nació. Alfred Jarry situó la acción de Ubú rey en Polonia, “es decir, en ninguna parte”. Si la hubiera ambientado en México habría dicho que esta es la patria del surrealismo. En la legación diplomática se reencontró con un amigo, el fotógrafo y poeta Renato Leduc, secretario de la embajada, con quien se casó y logró viajar a Nueva York. Y de allí a México. ¡Por fin en casa! 
Leonora y Renato mantuvieron una buena amistad toda su vida, pero su matrimonio fue fugaz. Años después, ella conoció a otro expatriado que también había hallado su hogar en México, el fotógrafo húngaro Imre Weisz, su segundo marido, conocido en su patria de acogida como Emérico o Chiki y con quien tuvo dos hijos. Comenzó entonces lo más fecundo de su obra, que quizá aún no tenga todo el reconocimiento que merece. ¿O sí?
Hoy es una de las tres artistas más importantes de México, junto a la inmensa Frida Kahlo y otra pintora surrealista, la española Remedios Varo, también con corazón mexicano, aunque nunca pidió la nacionalidad, al contrario que ella. Elena Poniatowska, autora de Leonora (Seix Barral), una joya inclasificable y a medio camino entre la novela y la biografía, asegura que algún día será tan grande como la propia Frida.
Casi tan enemiga del ruido mediático como J.D. Salinger, dio pocas entrevistas en su larga y fructífera vida. Fue una anciana hermosa y lúcida. Del grupo de buques insignia del surrealismo dijo alguna vez que eran “una pandilla de machistas”. Y ahora volved virtualmente a su casa de la calle Chihuahua, 194, en la colonia Roma. Con un poco de suerte lograréis verla. A dos palmos por encima de nosotros, levitando… La santa libertad.
Fuente:
https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20210416/6637004/leonora-carrington-mexico-grandes-viajeras.html

Acerca del autor:
Domingo Marchena
La Vanguardia

Acerca del libro:
Cuentos completos
Leonora Carrington