Fecha:
20/08/2018
José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960) es uno de los protagonistas de un hecho que se viene repitiendo con cierta asiduidad en los últimos años. Me refiero a esa especie de reivindicación tardía de ciertos autores que pasaron casi desapercibidos —o se mantuvieron en una segunda fila, menos combativa—, generalmente por motivos extraliterarios, cuando despuntaban los miembros más conspicuos de su generación, en el caso que nos ocupa, la generación de los 80. Estoy hablando de poetas, por otra parte, muy diferentes, como Alejandro Céspedes, José Fernández de la Sota, Rafael Fombellida, Rivero Taravillo, Xelo Candel o, los ahora célebres, Juan Carlos Mestre y Manuel Vilas, entre otros, que se encuentran en plena efervescencia creativa, pero que estuvieron excluidos del aluvión de antologías grupales que se sucedieron a lo largo de la década, aunque algunos de ellos, como el propio Cilleruelo, participaron esporádicamente en las más notables.
Las cosas, como digo, están cambiando y el tiempo parece que, esta vez, sí está poniendo las cosas en su lugar. Algunos de los poetas que quedaron entonces eclipsados, desenfocados por cierta miopía crítica han resurgido de sus cenizas y están ocupando el espacio que su calidad merece. También, por otra parte, se ha producido el efecto contrario. Autores canonizados prematuramente, han sido descabalgados por la crítica y los lectores con posterioridad.
Cilleruelo es un caso quizá único porque siempre ha permanecido en una especie de umbral, sin llegar a atravesar la puerta nunca del todo. Fue, como hemos apuntado, incluido muy pronto en alguna de algunas de las antologías que marcaron época —La generación de los 80, de José Luis García Martín—, pero no hubo la continuidad necesaria para considerarle parte del canon.
Vicente Luis Mora, el responsable de esta edición, lo seleccionó en la antología La cuarta persona del plural. Antología de poesía española contemporánea (1978-2015), uno de los primeros intentos serios de reescribir dicho canon. Mora, editor de La mirada, en el ensayo que precede a los poemas, nos ofrece algunas claves para “leer” la poesía de Cilleruelo: «No es un poeta “realista” al uso, porque su subjetivismo es irreductible, resguardado en las peculiaridades que esa mirada toma o adopta; la poesía de Cilleruelo no es realista, porque ni se propone “reproducir” la realidad ni tampoco imitarla. Más bien selecciona cuidadosamente una serie de colores, objetos, tonalidades, estados, apariencias y gestos y elabora con ellos un discurso dirigido a la producción de un estado de ánimo en el lector».
La mirada es una antología esencial, es decir, recoge solo aquella obra que han consensuado autor y editor y que ambos consideran imprescindible. En un autor con tantas aristas como Cilleruelo la elección supone dejar fuera partes sustantivas de su obra o dar una muestra excesivamente breve de otras, pero hay que respetar los criterios editoriales y, por otra parte, todo lo seleccionado responde a la idea motriz de dar una visión gradual sobre una obra en permanente mutación. Además, una parte importante de los poemas que la integran son inéditos, algo que debemos señalar especialmente, por la excepcionalidad del hecho, lo que nos permite vislumbrar hacia dónde se encamina la poesía de nuestro autor. Él mismo nos da una información precisa: «El nuevo sustrato que alimenta los poemas que ahora escribo, perceptible en la tercera parte de este volumen, es la convicción de que el espacio es un tema esencial de la poesía y del arte contemporáneos […] Y la convicción, también, de que el espacio es más determinante en la conciencia humana que en el tiempo».
La división del volumen no se atiene a la clásica sucesión cronológica de libros publicados. Recordemos que su obra se compone, en lo que se refiere a la poesía, de doce títulos, entre los que incluimos los libros de poemas en prosa. Los poemas que integran el volumen están divididos en tres periodos, «Maleza», «Mirlo» y «Mondaduras», compuesto exclusivamente con poemas en prosa. Esta original distribución nos permite leer La mirada. Antología esencial como un libro nuevo, redefinido en sus objetivos. El lector debe ser quien establezca los nexos de unión entre los poemas más antiguos y los de más reciente escritura, participando así de este entramado no como testigo, sino como cómplice, algo que ha sabido ver claramente Vicente Luis Mora en su elaborado prólogo, cuando se refiere a la otredad y a «los sucesivos poblamientos y despoblamientos del sujeto», en los cuales me parece intuir el propósito de que sea el mencionado lector quien porte la máscara de alguno de esos yoes en disputa. Una cuidadísima edición, impecable, tal y como nos tiene acostumbrados la editorial Fondo de Cultura Económica, pone aún más de relieve una obra que se incorpora por derecho propio a ese privilegiado grupo de los imprescindibles, sea cual sea la época que nos ocupe.
Fuente:
https://carlosalcorta.wordpress.com/2018/08/20/jose-angel-cilleruelo-la-mirada-antologia-esencial/